sábado, 22 de septiembre de 2012
Cómo desapareció la tormenta
El viento se ahogó, y al quedarse sin aire, dejó de soplar; la marea se atragantó con sus peces; la lluvia, agotada, descansó para alisar el cielo: desaparecieron los rayos. Un pequeño trueno maulló, y el resto dejó de rugir para reírse de él.
lunes, 10 de septiembre de 2012
Hemos perdido
Desaparecida la fascinación, ya sólo importa frotar las pieles y hacer aflorar ese rancio licor que yace bajo la epidermis hasta que se evapora. Y con él también la dulce congoja del corazón, los besos, la exploración y la aventura en el laberinto mental. Inexistente queda esa interacción invisible entre dos cuerpos que, condensada en una plasta transparente, oprime el pecho de una pareja. Y si en algún momento se atisba, se funde por desecho en la búsqueda de otro orgasmo cualquiera o se va solidificando en el corazón de uno de los dos para acabar hiriéndolo, y quizás, finalmente destrozarlo.
Evaporada una vida rugosa, milagrosa y completa. Evaporada la capacidad de crear lo más bello; de ser artífice de la risa o la felicidad. Evaporada la exquisita esencia humana que hoy huele a exudación y secreciones.
Es como si sólo quisiéramos un lingote de oro para equilibrar la pata de una mesa coja.
miércoles, 15 de agosto de 2012
Una tarde bochornosa
Mientras refregaba fuertemente la encimera de la cocina con un estropajo
de olor y aspecto rancio, supuse que todo el vecindario lo escuchó. La
conversación rebotaba en todos los edificios como ecos que querían ser
escuchados; voces que entraban por las ventanas abiertas de los pisos en
un agosto bochornoso. La emoción te inunda cuando sientes que te
coordinas con el resto de personas, ya sabes, como una telepatía casual.
Lo que escuchábamos posiblemente nos hacía sonreír a todos a la vez.
—Tienes que frenar primero con el freno de atrás, y si eso luego con el de delante. Como frenes con el de delante, la bici se para en seco y te caes de boca.
Seguidamente se escuchó un chirrido muy agudo y todos nos imaginamos la pequeña bicicleta frenando por primera vez. Una voz paternal y orgullosa gritó:
—¡Hala mi niña! ¡Cómo rechina las ruedas!
Y qué risita infantil y nerviosa nos enterneció a todos segundos después. Cada uno de nosotros, los vecinos en nuestras casas y quehaceres, disfrutamos de ese momento. Un momento que no era nuestro, pero ahí estábamos, asistiendo anónimamente a la primera vez que Eva montó en bicicleta.
—Tienes que frenar primero con el freno de atrás, y si eso luego con el de delante. Como frenes con el de delante, la bici se para en seco y te caes de boca.
Seguidamente se escuchó un chirrido muy agudo y todos nos imaginamos la pequeña bicicleta frenando por primera vez. Una voz paternal y orgullosa gritó:
—¡Hala mi niña! ¡Cómo rechina las ruedas!
Y qué risita infantil y nerviosa nos enterneció a todos segundos después. Cada uno de nosotros, los vecinos en nuestras casas y quehaceres, disfrutamos de ese momento. Un momento que no era nuestro, pero ahí estábamos, asistiendo anónimamente a la primera vez que Eva montó en bicicleta.
jueves, 9 de agosto de 2012
"En el equilibrio está la virtud"
Es curioso cuando todo el mundo afirma que no existe excepción para el refrán "en el equilibrio está la virtud" o lo de que "nada en exceso es bueno". Es cierto. No existe. Pero por una razón muy sencilla, tan sencilla como que es lingüística.
Cuando hablamos de exceso o de carencias, estamos utilizando –siempre en cierto contexto– dichas palabras en un sentido negativo. Es evidente e inclusive en su definición que algo en exceso tiene una connotación negativa. Quiero decir que "el exceso es malo" es una redundancia. Y una redundancia, que ya de por sí es la repetición innecesaria de un concepto, difícilmente va a aportarnos una verdad reveladora, y mucho menos va a resultar un embuste. Pasa exactamente lo mismo con la carencia, que es el exceso invertido y con igual sentido negativo.
O sea, que lingüísticamente es imposible encontrar una pega a los refranes de este tipo. Luego oficialmente no la hay. Enhorabuena a todos los que lo afirmáis. Sois súper-sabios, ¿eh?
miércoles, 1 de agosto de 2012
Limpiacristales
Haciendo limpieza general en casa encontré una interesante metáfora sobre el sistema político español. Viene de la mano de una servidora, que parece que no ha limpiado un cristal en su vida. No recordaba la existencia del limpiacristales, así que lo limpié a agua y jabón.
El Gobierno hace lo mismo con nuestro país. Para limpiar el cristal, lo embadurna con jabón, mucho, mucho jabón. Cuanto más jabón, mejor. Nos raspa cruelmente con un estropajo sabiendo que puede rayarnos, nos entra espuma en los ojos y nos escuece. Es necesario si queremos estar reluciente, pero nos sentimos irritados por el jabón. ¿Y qué viene después? Nos prometen que todo esto es para aclararnos y dejarnos como los chorros del oro.
Pero ellos se limitan a enjuagarnos con trapos húmedos que poca espuma quitan. Remueven y esparcen, creando una asquerosa película blanquecina, un mejunje de suciedad jabonosa. Pero siguen sin enjuagar nada y refregando. Nosotros seguimos con el quemazón y sin ver el cristal limpio. Ellos ven el cristal claro. ¿Pero cómo ha quedado? Lleno de churretes y pringue, peor que antes pero ahora con algo de detergente. Esos lamparones que se secan, te dejan el cristal blanco, y que luego no hay dios que los quite.
Así estamos, escocidos por el jabón y con la misma mierda al cuello. Necesidad de la que dudo veamos resultados finales, porque no van a aclararnos. No nos dejarán ver el cristal limpio porque les daba pereza ir a coger el limpiacristales, y total, para cuando habían caído en la cuenta el cristal ya estaba lleno de jabón. Ya puestos lo intentan terminar. Aunque sepan que están liando el taco.
jueves, 5 de julio de 2012
Entrecomillados
http://www.publico.es/espana/439278/igualdad-animal-denuncia-el-maltrato-al-que-son-sometidos-los-patos-para-la-produccion-de-foie-gras
Qué impotencia al leer la noticia de Publico.es sobre la escalofriante investigación de Igualdad Animal en las granjas de foie gras. No, no me refiero al propio documento. Creo que éste habla y siente por sí sólo. Vengo a referirme a la propia noticia, a la ingenuidad de los redactores.
¿Maltrato? Bueno, espera. Que te fuercen a comer con embudos a presión no puede ser tan malo. Lo ponemos entrecomillado mejor, ¿va?, así somos imparciales. A lo mejor a la criatura no le desagrada.
El horror seguirá siendo 'según los animalistas' y no real. Ahí reside la modorra, nuestra aversión ante todo lo que nos suponga estrujarnos un poco los sesos. Me pongo una venda, y ¡ojos que no ven, corazón que no siente! Que sufra otro, que yo quiero comerme mi foie gras tranquilo.
Pues así vamos, señores. Responsables desentendidos de criaturas con tantos nociceptores como nosotros, torturadas, explotadas, humilladas, y encima, entrecomilladas. La nueva jaula del siglo XXI.
martes, 26 de junio de 2012
Ortega y Gasset
Muchos se confunden y creen que Ortega y Gasset son dos personas. No andan tan equivocados. Lo cierto es que este señor vale por dos.
lunes, 18 de junio de 2012
Sólo unos pocos.
Vivo en un país donde sólo quedamos unos pocos vivos. Al resto yo los llamo algo así como vivientes. Los vivientes comen, beben y se relacionan. También sienten, y alguno que otro, se enamora. Los vivientes tienen sus ojos electrificados, no ven más allá de unos metros a la redonda. Para ellos sólo existe un mundo; los vivos nos inventamos varios. Como mínimo, uno por cabeza. Los vivos soñamos, creamos la vida que deseamos. Nos imaginamos siendo reyes, astronautas, músicos, pintores o profesores, nos imaginamos siendo todo lo que queremos ser. Trabajamos. Y lo conseguimos. Los vivos somos lo que queremos, vivimos superándonos, anhelando. Vivimos.
Los vivientes tienen otro sistema; se ciñen lo que les den. No luchan. Están conformes siempre y cuando se sientan saciados y les lata el corazón. Toman oportunidades. Las toman pero no las buscan. Y si está muy lejos y no alcanzan, se sienten perezosos para estirar el brazo. Los vivientes tampoco opinan, tan conformistas que todo les parece bien siempre y cuando no les hagan pensar mucho. Hay algo que no les deja. La mayoría lo llama pereza, desidia, dejadez, desgana, flojera o apatía.
Yo lo llamo adversario de la vida.
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