miércoles, 15 de agosto de 2012

Una tarde bochornosa

    Mientras refregaba fuertemente la encimera de la cocina con un estropajo de olor y aspecto rancio, supuse que todo el vecindario lo escuchó. La conversación rebotaba en todos los edificios como ecos que querían ser escuchados; voces que entraban por las ventanas abiertas de los pisos en un agosto bochornoso. La emoción te inunda cuando sientes que te coordinas con el resto de personas, ya sabes, como una telepatía casual. Lo que escuchábamos posiblemente nos hacía sonreír a todos a la vez.
—Tienes que frenar primero con el freno de atrás, y si eso luego con el de delante. Como frenes con el de delante, la bici se para en seco y te caes de boca.
     Seguidamente se escuchó un chirrido muy agudo y todos nos imaginamos la pequeña bicicleta frenando por primera vez. Una voz paternal y orgullosa gritó:
—¡Hala mi niña! ¡Cómo rechina las ruedas!
    Y qué risita infantil y nerviosa nos enterneció a todos segundos después. Cada uno de nosotros, los vecinos en nuestras casas y quehaceres, disfrutamos de ese momento. Un momento que no era nuestro, pero ahí estábamos, asistiendo anónimamente a la primera vez que Eva montó en bicicleta.

jueves, 9 de agosto de 2012

"En el equilibrio está la virtud"


    Es curioso cuando todo el mundo afirma que no existe excepción para el refrán "en el equilibrio está la virtud" o lo de que "nada en exceso es bueno". Es cierto. No existe. Pero por una razón muy sencilla, tan sencilla como que es lingüística.

    Cuando hablamos de exceso o de carencias, estamos utilizando –siempre en cierto contexto– dichas palabras en un sentido negativo. Es evidente e inclusive en su definición que algo en exceso tiene una connotación negativa. Quiero decir que "el exceso es malo" es una redundancia. Y una redundancia, que ya de por sí es la repetición innecesaria de un concepto, difícilmente va a aportarnos una verdad reveladora, y mucho menos va a resultar un embuste. Pasa exactamente lo mismo con la carencia, que es el exceso invertido y con igual sentido negativo.

    O sea, que lingüísticamente es imposible encontrar una pega a los refranes de este tipo. Luego oficialmente no la hay. Enhorabuena a todos los que lo afirmáis. Sois súper-sabios, ¿eh?

miércoles, 1 de agosto de 2012

Limpiacristales



Haciendo limpieza general en casa encontré una interesante metáfora sobre el sistema político español. Viene de la mano de una servidora, que parece que no ha limpiado un cristal en su vida. No recordaba la existencia del limpiacristales, así que lo limpié a agua y jabón.

El Gobierno hace lo mismo con nuestro país. Para limpiar el cristal, lo embadurna con jabón, mucho, mucho jabón. Cuanto más jabón, mejor. Nos raspa cruelmente con un estropajo sabiendo que puede rayarnos, nos entra espuma en los ojos y nos escuece. Es necesario si queremos estar reluciente, pero nos sentimos irritados por el jabón. ¿Y qué viene después? Nos prometen que todo esto es para aclararnos y dejarnos como los chorros del oro.

Pero ellos se limitan a enjuagarnos con trapos húmedos que poca espuma quitan. Remueven y esparcen, creando una asquerosa película blanquecina, un mejunje de suciedad jabonosa. Pero siguen sin enjuagar nada y refregando. Nosotros seguimos con el quemazón y sin ver el cristal limpio. Ellos ven el cristal claro. ¿Pero cómo ha quedado? Lleno de churretes y pringue, peor que antes pero ahora con algo de detergente. Esos lamparones que se secan, te dejan el cristal blanco, y que luego no hay dios que los quite.

Así estamos, escocidos por el jabón y con la misma mierda al cuello. Necesidad de la que dudo veamos resultados finales, porque no van a aclararnos. No nos dejarán ver el cristal limpio porque les daba pereza ir a coger el limpiacristales, y total, para cuando habían caído en la cuenta el cristal ya estaba lleno de jabón. Ya puestos lo intentan terminar. Aunque sepan que están liando el taco.