La soledad no tiene porqué atribuirse a sentirse libre, aunque posiblemente sí con el hecho de serlo. Puede sentirse libre quien se sabe independiente, quien tiene ideales y principios propios y no cae en la ''uniformidad''. Sin embargo, nuestra libertad está limitada por los derechos de los demás, por nuestra condición social, nuestras interacciones y nuestra historia (i.e. la sociedad). La única forma de ser completamente libres es estando solos, careciendo de contacto con un ambiente que siempre va a condicionar nuestro estado de libertad.
Cierto es que esto asusta a cualquier ser humano, tanto el hecho de quedarse completamente solo como el de ser completamente libres. Paradójicamente, a eso que tanto ansiamos y reivindicamos, con frecuencia le tememos. ¿A quién no le da miedo quedarse sólo al borde de un barranco contra el que chocan oleadas de problemas y dudas? A mí desde luego me da pánico. Necesitamos ayuda y consejo a la hora de tomar nuestras decisiones, y sin ir más lejos, en ocasiones preferimos que nos impongan o descarten opciones para ahorrarnos la molestia de pensar y elegir.
A pesar de todo, no se puede renunciar a algo tan esencial al ser humano, aunque ello nos genere angustia por la posibilidad de errar al elegir un camino no adecuado. Al fin y al cabo siempre podemos considerarnos libres desde nuestra persona, aunque para afirmarlo haya que obviar factores ambientales muy importantes.
Frente a semejante abismo despejado y abierto a cualquier posibilidad, debemos cuidarnos de mantener nuestros principios morales que tan fácil pueden ser removidos por el viento.
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