miércoles, 30 de noviembre de 2011

Perros indignados


    Ayer por la tarde, esperando para cruzar un semáforo me encontré con un perro que llevaba una chapa con su nombre, tan ridículo que me da vergüenza decirlo. La dueña no se callaba dándole órdenes para que se sentara empujándolo con el pie en las patas traseras y hablándole como si fuera un niño pequeño que se niega a comer verduras. Al parecer le resultaba necesario que se sentara mientras se ponía la luz verde.

    Me hace gracia cuando la gente habla de habilidades caninas. Pero es que dar la pata cuando se le pide, sentarse cuando alguien se lo diga, comer en la mesa o hacer cuentas matemáticas son habilidades humanas, no caninas. Un perro es un perro, y se comporta como un perro. Un humano es un humano, y bueno, digamos que se comporta como un humano. Tenemos el ego tan alto que nos creemos con derecho de suprimir el instinto de otras razas. No es que vivan con nosotros y tengan que respetar nuestras normas, es que nosotros aceptamos que vivan con nosotros en su condición de perros, no en condición de humanos.

    Y ya lo que me mata es mirar dentro del bolso de una señora y encontrarse un Yorkshire: ''¡No, no! Si a él le encanta estar ahí.'' Venga ya. Elige entre pasarte una tarde mareado en un espacio claustrofóbico y correr tranquilamente en un espacio abierto revolcándote en la tierra.
Quien no lo trata como un humano, lo trata como un complemento. Mira que somos degenerados.
Ahora que esto de indignarse está algo de moda, lo cual me parece genial, planteémonos si somos los únicos con razones para indignarnos.

martes, 22 de noviembre de 2011

Sobre la libertad

    La soledad no tiene porqué atribuirse a sentirse libre, aunque posiblemente sí con el hecho de serlo. Puede sentirse libre quien se sabe independiente, quien tiene ideales y principios propios y no cae en la ''uniformidad''. Sin embargo, nuestra libertad está limitada por los derechos de los demás, por nuestra condición social, nuestras interacciones y nuestra historia (i.e. la sociedad). La única forma de ser completamente libres es estando solos, careciendo de contacto con un ambiente que siempre va a condicionar nuestro estado de libertad.

    Cierto es que esto asusta a cualquier ser humano, tanto el hecho de quedarse completamente solo como el de ser completamente libres. Paradójicamente, a eso que tanto ansiamos y reivindicamos, con frecuencia le tememos. ¿A quién no le da miedo quedarse sólo al borde de un barranco contra el que chocan oleadas de problemas y dudas? A mí desde luego me da pánico. Necesitamos ayuda y consejo a la hora de tomar nuestras decisiones, y sin ir más lejos, en ocasiones preferimos que nos impongan o descarten opciones para ahorrarnos la molestia de pensar y elegir.

    A pesar de todo, no se puede renunciar a algo tan esencial al ser humano, aunque ello nos genere angustia por la posibilidad de errar al elegir un camino no adecuado. Al fin y al cabo siempre podemos considerarnos libres desde nuestra persona, aunque para afirmarlo haya que obviar factores ambientales muy importantes.

    Frente a semejante abismo despejado y abierto a cualquier posibilidad, debemos cuidarnos de mantener nuestros principios morales que tan fácil pueden ser removidos por el viento.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Opiniones


    Las opiniones no son algo que debemos tomarnos a la ligera. Lo que pensemos, es, básicamente lo que nos define y nos distingue del resto. Las opinión es algo que hay que entrenar y, a ser posible, no hacerla hermética, ya que esto empuja más a la ignorancia que a tener una buena crítica.

    ¿Por qué es tan importante la opinión? La respuesta a esta pregunta se remonta a la Grecia clásica, donde algunos filósofos extendieron la alfombra roja al pensamiento humano. Ya Sócrates era consciente de que la mente era capaz de concebir algo propio y único, marcado por la persona, igual que los genes marcan a un bebé. La opinión, el pensamiento. Para que realmente sea único, evidentemente debe estar engendrado por nosotros mismos. No podemos dar una opinión sin pensar, esto haría perder la propia definición de opinión, y no es lo que queremos. Si hoy día hay un problema, es que hay mucha gente que da opiniones que ha escuchado de otros y ni las piensa, sólo las suelta para quedar de maravilla sin tener ni idea del tema. Es clave apoyarse en opiniones ajenas para crear la propia, pero oye, sin pasarse, que hay gente que escupe lo que traga de otras bocas, sin ni siquiera pararse a masticar un poco. Hay que aprender a digerir lo que escuchamos, leemos y vemos, y para eso, necesitamos echar tiempo y, sobre todo, ganas de aportar algo útil a la sociedad. 
    Y sigo insistiendo en que debemos escuchar a los demás, ya que nuestra opinión es tan válida como cualquier otra. Por eso es una opinión. No hay nada más repulsivo que una persona tan segura de lo que piensa, que te tira las palabras a la cara, que aunque tú digas algo, como si nada. Por un oído entra y por otro sale. Cabezotas se llaman, y son tan terribles como los que no piensan por sí mismos. Precisamente, la chispa de la crítica es llegar al equilibrio entre defender lo que piensas y enriquecerse con lo que los demás opinan. Para decir lo que pensamos sobre un tema tenemos que informarnos y documentarnos bien para no meter la pata, y por supuesto concienciarnos de que nuestra idea va a ser refutada y de que aunque a algunos les cueste admitirlo, se puede estar algo equivocados.

    Si hay algo que está claro, es que para tener un buen concepto de la realidad y ser dignos de llamarnos personas críticas, la clave está en intercambiar las opiniones como cromos, que aunque algunos nos gusten, hay que tenerlos en la colección.