sábado, 22 de septiembre de 2012

Cómo desapareció la tormenta



El viento se ahogó, y al quedarse sin aire, dejó de soplar; la marea se atragantó con sus peces; la lluvia, agotada, descansó para alisar el cielo: desaparecieron los rayos. Un pequeño trueno maulló, y el resto dejó de rugir para reírse de él.

lunes, 10 de septiembre de 2012

Hemos perdido


   Desaparecida la fascinación, ya sólo importa frotar las pieles y hacer aflorar ese rancio licor que yace bajo la epidermis hasta que se evapora. Y con él también la dulce congoja del corazón, los besos, la exploración y la aventura en el laberinto mental. Inexistente queda esa interacción invisible entre dos cuerpos que, condensada en una plasta transparente, oprime el pecho de una pareja. Y si en algún momento se atisba, se funde por desecho en la búsqueda de otro orgasmo cualquiera o se va solidificando en el corazón de uno de los dos para acabar hiriéndolo, y quizás, finalmente destrozarlo.
   Evaporada una vida rugosa, milagrosa y completa. Evaporada la capacidad de crear lo más bello; de ser artífice de la risa o la felicidad. Evaporada la exquisita esencia humana que hoy huele a exudación y secreciones.
   Es como si sólo quisiéramos un lingote de oro para equilibrar la pata de una mesa coja.